domingo, 29 de noviembre de 2015

MÁRMOL O CUERO. El cuento de la semana.


El hijo de cierto competente hombre de negocios mostraba signos de gran preocupación. Acostumbrado como estaba a detectar problemas, el padre lo invitó a almorzar para charlar a solas y conducirlo a contarle lo que le sucedía. Indagó, que en efecto, las cosas no marchaban bien: Su carrera, su trabajo, sus relaciones, estaban llenas de trabas y el joven se sentía acorralado e impotente.

- "No sé cómo superar los obstáculos", confió, " y no por debilidad, puedo asegurarlo. No conozco muchos más duros que yo, y sin embargo siento que retrocedo en vez de avanzar."


- "Querido hijo, la dureza no lo es todo", sonrió el experto. "El mármol es duro, pero si lo golpeas con un mazo se rompe en mil pedazos. Lo que importa no es ser duro, sino ser fuerte. El cuero es blando pero a la vez fuerte, por más que lo martilles no se romperá. Prueba a enfrentar las dificultades y desafíos con resistencia, pero también con flexibilidad, y pronto verás los resultados."

miércoles, 25 de noviembre de 2015

FORMACIÓN DE EDUCACIÓN VIAL


En el día de hoy hemos recibido en el Cole a la Policía Local de Écija con su programa de Educación Vial.





Después de la clase teórica nos dirigimos a la pista de aprendizaje donde montamos en bicicleta y en car.





Recibimos la visita del Concejal de Seguridad Ciudadana y de la TV Local.


MÁS FOTOS EN EL APARTADO DE FOTOS.


lunes, 23 de noviembre de 2015

VISITA CULTURAL A LA NECRÓPOLIS DE CARMONA

En el día de hoy, hemos realizado la visita cultural correspondiente al primer trimestre, junto con los compañeros de sexto.


Hemos visitado la Necrópolis de Carmona y la Puerta de Sevilla. La visita ha estado muy interesante y muy bien organizada, en todo momento hemos estado acompañado por guías que nos han explicado perfectamente la historia de la necrópolis y las murallas de Carmona.











La Necrópolis de Carmona fue descubierta entre 1868 y 1869 de manera accidental cuando se iban a realizar unas obras de un camino. En un principio sufrió excavaciones sin control por parte de anticuarios y coleccionistas, hasta que en 1881 el historiador Juan Fernández López, junto con el arqueólogo ingles Jorge Bonsor, confirma que allí se encontraba una necrópolis, pues los estudios realizados a las piezas encontradas coinciden con los rituales funerarios que se hacían en la época romana del emperador Claudio. Ambos, junto con Luis Reyes Calabazo, compran los terrenos del Campo de las Canteras y el Campo de los Olivos, organizan unas excavaciones científicas, y crean la Sociedad Arqueológica de Carmona. El Museo de la Necrópolis, el primer "museo de sitio" de España, se abrió en 1887.

PUEDE VER MÁS FOTOS EN EL APARTADO FOTOS

sábado, 21 de noviembre de 2015

ACTUACIÓN DE LOS ALUMNOS DEL COLE EN EL ENCUENTRO DE ARTE Y EXPRESIÓN. SEGUNDO LUGAR PARA NOSOTROS.


Hoy sábado se ha celebrado el encuentro de arte y expresión en la escuelas Salesianas de Nervión.
Nuestro colegio ha participado presentando un videoclip y una canción. La canción ha sido compuesta por D. Manuel nuestro profe de música y ha sido cantada por nuestras compañeras de quinto Anabel y Claudia, las cuales han estado acompañadas en la coreografía por compañeros de quinto, sexto y cuarto.

HEMOS QUEDADO EN SEGUNDO LUGAR. FELICIDADES A TOD@S. POR VUESTRO ESFUERZO Y TRABAJO.

 Dejamos también algunas fotografías






LOS ZAPATOS DEL HOMBRE AFORTUNADO

Hace ya mucho, mucho tiempo... en un reino muy, muy lejano... había un rey cuyo poder y riqueza eran tan enormes como profunda era la tristeza que cada día le acompañaba.

Lo tenía todo y aun así no conseguía ser feliz, siempre sentía que le faltaba algo. Un día, harto de tanto sufrimiento, anunció que entregaría la mitad de su reino a quien consiguiera devolverle la felicidad.

Tras el anuncio, todos los consejeros de la corte comenzaron a buscar una cura. Trajeron a los sabios más prestigiosos, a los magos más famosos, a los mejores curanderos… incluso buscaron a los más divertidos bufones, pero todo fue inútil, nadie sabía cómo hacer feliz a un rey que lo tenía todo.

Cuando, tras muchas semanas, ya todos se habían dado por vencidos, apareció por palacio un viejo sabio que aseguró tener la respuesta:


“Si hay en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Solo tenéis que encontrar a alguien que, en su día a día, se sienta satisfecho con lo que tiene, que muestre siempre una sonrisa sincera en su rostro, que no tenga envidia por las pertenencias de los demás… Y cuando lo halléis, pedidle sus zapatos y traedlos a palacio.
Una vez aquí, su majestad deberá caminar un día entero con esos zapatos. Os aseguro que a la mañana siguiente se habrá curado”.

El rey dio su aprobación y todos los consejeros comenzaron la búsqueda.

Pero algo que en un principio parecía fácil, resultó no serlo tanto: pues el hombre que era rico, estaba enfermo; el que tenía buena salud, era pobre; el que tenía dinero y a la vez estaba sano, se quejaba de su pareja, o de sus hijos, o del trabajo… Finalmente se dieron cuenta de que a todos les faltaba algo para ser totalmente felices.

Tras muchos días de búsqueda, llegó un mensajero a palacio para anunciar que, por fin, habían encontrado a un hombre feliz. Se trataba de un humilde campesino que vivía en una de las zonas más pobres y alejadas.

El rey, al conocer la noticia, mandó buscar los zapatos de aquel afortunado. Les dijo que a cambio le dieran cualquier cosa que pidiera.

Los mensajeros iniciaron un largo viaje y, tras varias semanas, se presentaron de nuevo ante el monarca.

-Bien, decidme, ¿lo habéis conseguido?

¿Habéis localizado al campesino?

-Majestad, tenemos una noticia buena y una mala. La buena es que hemos encontrado al hombre y en verdad que es feliz. Le estuvimos observando y vimos la ilusión en su mirada en cada momento del día. Hablamos con él y nos recibió con una amplia sonrisa y con la alegría reflejada en sus ojos…

-¿Y la mala? -preguntó el rey impaciente.

-Que no tenía zapatos.



jueves, 19 de noviembre de 2015

domingo, 15 de noviembre de 2015

NOS UNIMOS AL DOLOR DE FRANCIA. LAGRIMAS EN PARÍS



Nos unimos al dolor y sufrimiento de la humanidad en el terror sembrado en Francia.


Muy buenas a todos los que leéis este blog

Hoy en nuestros buenos días no hemos querido dejar pasar la oportunidad, para dedicarlos a hablar de la paz.

Todos desde el viernes por la noche nos hemos hecho un poco más conscientes y sensibles hacia esta palabra que deberíamos tener presente todo el año. Porque durante todo el año hay países en guerra, durante todo el año mueren personas, porque durante todo el año nos falta la PAZ.


Sólo queremos que no se nos pase esta sensibilidad que ha surgido en nosotros, que seamos portadores de paz donde estemos: en la familia, con nuestros amigos, en el colegio, en la empresa... donde estemos.



Nous nous associons à la douleur et la souffrance de l'humanité dans la terreur semée en France


Très bon à tous ceux qui lisent ce blog

Aujourd'hui dans nos bons jours, nous ne voulait pas manquer l'occasion de consacrer à parler de paix.

Nous avons tous depuis vendredi soir nous a fait un peu plus conscients et sensibles à la parole que nous devrions avoir ce tour. Parce que tout au long de l'année, il ya des pays en guerre, tout au long de l'année les gens meurent à cause toute l'année nous avons besoin de la paix.


Nous voulons simplement pas passer cette sensibilité a émergé en nous, nous sommes porteurs de la paix partout où nous sommes: dans la famille, avec des amis, à l'école, dans la société ... où nous sommes.


We join in the pain and suffering of humanity in the sown terror in France


Very good to all who read this blog

Today in our good days we did not want to miss the opportunity to devote to talk about peace.

We have all since Friday night made us a little more aware and sensitive to the word we should have this round. Because throughout the year there are countries at war, throughout the year people die because all year we need PEACE.


We just want to not pass this sensibility has emerged in us, we are bearers of peace wherever we are: in the family, with friends, at school, in the company ... where we are.

LÁGRIMAS EN PARÍS DE D. MANUEL YÉLAMO  NUESTRO PROFESOR DE MÚSICA



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sábado, 14 de noviembre de 2015

EL CUENTO DE LA SEMANA: LAS ESTRELLAS DE MAR. Anónimo.

LAS ESTRELLAS DE MAR

Como cada mañana, el hombre se despertó y bajó a pasear por la playa. A diferencia de otros días la orilla estaba repleta de miles de estrellas de mar que se extendían a lo largo de toda la costa. Pensó que ese curioso fenómeno sería consecuencia del mal tiempo y el viento de los últimos días. Se sintió triste por todas aquellas pequeñas criaturas. Sabía que las estrellas de mar tan sólo viven 5 minutos fuera del agua.

El hombre continuó caminando absorto en sus pensamientos. De repente se encontró con un niño pequeño que corría de un lado a otro de la arena. Tenía la cara sudorosa y los pantalones remangados. ¿Qué estás haciendo? – Le preguntó el hombre

Estoy devolviendo las estrellas al mar, – contestó el niño – Junto todas las que puedo y las lanzo más allá del rompiente para que no vuelvan de nuevo a la arena.

Ya veo  – contestó el hombre – pero tu esfuerzo no tiene sentido. Vengo caminando desde muy lejos y hay miles de estrellas ancladas en la arena. Quizá millones. Podrás salvar a unas pocas pero la inmensa mayoría morirá y todo tu esfuerzo no habrá servido para nada. No tiene sentido lo que haces.

El niño sorprendido le mostró una pequeña estrella que escondía en la palma de su mano y antes de lanzarla al océano le dijo al hombre: “Para ésta sí que tiene sentido”

¿Qué podemos aprender de esta historia?

– Debes continuar haciendo aquello en lo crees, independientemente de la opinión de los demás.

– Cualquier pequeño acto supone una diferencia en sí mismo.


– Divide tus grandes proyectos en pequeños objetivos para ir cumpliendo poco a poco. No dejes que la magnitud de tu proyecto te quite la motivación para ir dando estos pequeños pasos.

viernes, 13 de noviembre de 2015

DOS - INSTRUMENTAL PIANO Y CLARINETE DE D. MANUEL YÉLAMO NUESTRO PROFESOR DE MÚSICA.


Dejamos aquí la composición de nuestro profesor de música D. Manuel Yélamo.

Gracias D. Manuel por compartir con nosotros tu talento musical

sábado, 7 de noviembre de 2015

UNA DE CUENTO.

Andando por la red, buscando una información me he encontrado  con este cuento: “El Elefante que de una Mariposa se enamoró”.

Os lo traigo, porque me pareció interesante la idea del amor entre seres tan diferentes, porque entre otras cosas justifica que el amor no tiene fronteras y que los parecidos y los lugares de encuentro están en todas partes: oreas de elefante y alas de mariposa !!!
Además, yo amo la diversidad en general y me gusta muy poco la globalidad.
VIVA LAS DIFERENCIAS, de todo tipo: carácter, color, religión, pensamiento, opinión,....

El Elefante que de una Mariposa se enamoró

“Érase que se era porque fue una vez que un Señor Elefante de las estepas africanas conoció a una Señora Mariposa de Madagascar que estaba por casualidad de viaje de turismo por el África Central.

La Señora Mariposa que era revoltosa porque su vuelo es así saludó de forma efusiva al tranquilo Señor Elefante que caminaba pisando con mucha seriedad pero sin mirar lo que pisaba porque siempre pisa fuerte porque así lo hace y así es desde que África es.

El Señor Elefante devolvió el saludo sin mucha efusividad porque lo suyo es la lentitud y el control de los modales y a una desconocida tampoco hay por qué  hacerle muchas sonrisas no se vaya a pensar cosas que no hay que pensar pero el Señor Elefante se conmovió cuando la bella Señora Mariposa sobre su cabezota se posó y débilmente aleteó sobre pequeñas heriditas de ramas espinas de cuando el Señor Elefante de las altas copas busca frutos para su alimentación y así lo alivió.

La Señora Mariposa que es dichararera se decidió a intercambiar comentarios con el Señor Elefante y esas cosas comentaron:

Somos bastante iguales, porque si tú tienes orejas grandes como de mariposa yo tengo alas tan grandes como orejas de elefante y más grandes que todo mi pequeño cuerpo.

Tú tienes una gran trompa prensil y yo también tengo trompas que me sirven igual que a ti para recoger los alimentos y tú entras en un establecimiento y con toda tu fortaleza lo dejas como una cacharrería y yo aleteo con toda mi debilidad y provoco un tsunami en el otro extremo del mundo.

Y fíjate que por otro lado Señor Elefante también tenemos cosas muy dispares pero que es fácil concluir que nos complementan:
Tú pesas un montón y yo no peso casi nada y tú vives un montón de años porque te caracteriza la longevidad y mi vida es efímera y tu memoria es enorme o así he oído que lo dicen y yo no tengo memoria y tú eres sólo de color gris y yo disfruto de mucho colorido y tú caminas pesadamente porque pesado lo eres y a veces trotas un poquito y yo ni camino ni troto sino que revoloteo y tú te comes 500 kg. de vegetales cada día y yo pellizco pequeñas cantidades de néctar en las flores y por eso despido olores y tus crías ya pesan al nacer 100 kg. y mis capullos son livianos y casi sin peso y la gestación de tus hembras es larga y la de las mías breve.

¿Y qué ocurrió?

Pues ocurrió que el Señor Elefante se enamoró.

Y ocurrió también que la Señora Mariposa se enamoró.

Y se paseaban por la estepa africana del África Central él al trote alegre y ella con revoloteo de jolgorio de jilguero y no de mariposeo porque a veces queda como un poco de tonto de pueblo hasta que a ella se le  antojó que podía provocar cosquillas en la enorme nariz de su amado con su enorme amor minúsculo y volátil.

Y entonces se introducía un poquito en la trompa del Señor Elefante y jugueteaba con sus linditas alitas de colorines hasta que el Señor Elefante se moría de la risa y tanto se reía que para serenarse se revolcaba patas arriba en las ciénagas africanas y después se introducía en el agua de los ríos para recuperar la tranquilidad y serenidad que la Señora Mariposa le hacía perder con su cosquilleo en su larga y potente trompa que de la risa se le partía.

Pero en uno de esos juegos de amistad y amor qué sucedió: que el Señor Elefante demasiado aspiró y a la Señora Mariposa se la tragó.

Y el Señor Elefante estornudó y estornudó y así volvió a estornudar para recuperar a la Señora Mariposa pero la Señora Mariposa no apareció.

Y entonces el Señor Elefante entristeció.

Decidió iniciar un paseo cansino y pesado y sin mirar que era lo pisado por todo el África Central compungido y casi empequeñecido por lo entristecido porque la Señora de la que se enamoró desapareció porque se la comió.

Pero sucedió que a los pocos días estornudó y de su estornudo surgieron cientos de bellísimas mariposas de alas de colores y revoloteo frágil y hábil y luminoso y revoltoso y entonces comprendió.

La Señora Mariposa de la que se enamoró le regalaba hijas y más hijas y más hijas que de su felicidad y de las de otros muchos se ocuparían porque sus genes ya sabían del romance del Señor Elefante con la Señora Mariposa y eso quiere decir que todo amor es posible incluso a veces inevitable auque nos parezca que no.

Y entonces el Señor Elefante enloqueció de alegría y corrió y trotó y corrió y saltitos dio por todo el África Central y el resto de África que no sé ni cómo se llama y contagió y contagió y contagió su felicidad a todos los animales con los que amistó y decidió dedicar el resto de su vida a enseñar a estornudar a todos los animales porque un estornudo fue la causa de su enorme y longeva felicidad.

¿Y alguna cosa ocurrió?

Sí que ocurrió, y ocurrió que cada animal que aprendía su estornudo de Elefante enamorado de una Señora Mariposa de Madagascar despedía cientos de bellas y frágiles y livianas y enamoradizas mariposas que son las que cada primavera revolotean por toda la tierra y con su alegría hacen la risa de toda la selva y son la alegría de la campiña y de la montaña y del agua y de los guijarros de los ríos y de las praderas de toda la Tierra y nos inundan de color y también de ganas de bailar porque vuelan como bailan los tontos amorosos de los pueblos que es el baile de verdad porque es el del amor y yo descubrí que el ruidito diminuto de las mariposas es el ruido de la naturaleza que nadie entendía y es el de la Señora Mariposa que del Señor Elefante se enamoró.

Parece que al final de su vida el Señor Elefante hasta voló y sus orejas ya no eran grises sino de vivos colores y despedían lindos olores, pero ya no sé si así es o simplemente yo quisiera que así fuese y por eso me lo invento porque me gusta aunque es bien verdad que el resto de la historia es real como la vida misma y por eso hace un rato una Señora Mariposa revoloteó mi cabeza para que yo escribiera con toda su belleza la historia de amor entre el Señor Elefante del África Central y la Señora Mariposa de Madagascar.”


Y a mi amiga tan querida que es a quien dedico este cuento y como que yo decía que a veces es mariposa y a veces es elefante este pequeño poema también se lo recito :

“Cuando aparece
la mariposa,
aleteo de amor.”


domingo, 1 de noviembre de 2015

RECOMENDACIÓN DEL LIBRO DE LECTURA PARA EL MES DE NOVIEMBRE

Este mes te presento el siguiente libro de lectura.
El robo de La Gioconda. Las aventuras de Alfred & Agatha
Descripción:

París y su bohemia acogen a Alfred, Agatha y Morritos durante sus vacaciones. Fred Miller, el padre de Agatha, ha viajado hasta allí para revitalizar su negocio y los tres investigadores no dudan en acompañarle. Una vez instalados, los chicos conocen a Pablo Picasso, un florecient pintor que trabajaba en las calles de Montmarte. Fascinado por la magia de la ciutat, Alfred aprovecha, además, para visitar a George Méliès, un cineasta del que es admirador. El viaje promete ser maravilloso. Pero todo cambiará cuando una mañana, Picasso sea acusado de robar La Gioconda, el cuadro más famoso del Louvre. El equipo de Miller & Jones tendrá que suspender sus vacaciones y adentrarse en un caso rebosante de sospechas.

Capítulo 1 El Salón de Otoño.

El eco de los visitantes retumbaba entre las paredes del Grand Palais de París. Los susurros de las señoras se sumaban al repiqueteo de los bastones de los caballeros, que caminaban formando un ejército de piernas de madera. Al oírlos, cualquiera podía hacerse una idea de lo mucho que la sociedad parisina deseaba la inauguración de aquel acto.
El Salón de Otoño era una cita imprescindible para los amantes de la pintura. Se celebraba una vez al año y la exposición reunía las mejores obras del momento.
El señor Miller, el padre de Agatha, no se perdía ninguna edición. Se movía en París como pez en el agua, pues al dedicarse por completo al negocio del arte, no descuidaba ninguna ocasión para tratar con posibles clientes.
Fred Miller era un hombre muy práctico. De todas las señoras que paseaban entusiasmadas por el Grand Palais, no había ninguna que se le despistara. Y lo mismo con los caballeros. Tenía registrado a cada uno de ellos en su impecable cabeza, hasta el punto de conocer bien sus biografías y la de todos sus parientes cercanos. Gracias a eso, Fred Miller siempre sabía a quién preguntar, sobre qué cuestión y lo más importante: de qué modo. Así conseguía la mejor efectividad para sus negocios.
Podría afirmarse de manera rotunda que el señor Miller era un experto en París y sus costumbres, pues el protocolo había sido el mismo año tras año. La visita al Salón de Otoño siempre sucedía de igual modo, como si se tratara de uno de esos bailes de sociedad en los que solo hubiera que memorizar los pasos. Sin embargo, aquella vez iba a ser diferente. Fred Miller viajaba con compañía. Las características del negocio y el ajetreo de ir de aquí para allá complicaban que su hija pudiera acompañarle en sus viajes, pero en aquel caso el señor Miller había hecho una excepción.
París era la capital del arte, una ciudad imprescindible para cualquier persona con inquietudes, y como Agatha hacía tiempo que procuraba incluir a su amigo Alfred en todos sus planes, el señor Miller había accedido a que fuera con ellos también.
Alfred estudiaba dibujo. Estaba muy interesado por todo lo que tuviera relación con la pintura. El señor Miller era consciente de su origen humilde, así que no había dudado en comprarle el pasaje. Alfred podría observar las últimas tendencias y, quién sabe, tal vez aquel viaje haría de él un gran artista. Fred Miller estaba convencido de estar haciendo una buena inversión.
—Qué lugar más impresionante —había exclamado Alfred la tarde que todos llegaron a la capital francesa—. Me había hecho a la idea de que París sería bonita, pero jamás pensé que fuera tan… grandiosa.
 —Es una de las ciudades más bellas del mundo —afirmó el señor Miller—. Sin olvidar Roma, por supuesto.
Fred Miller siempre hablaba dejando probabilidades sueltas. No entraba en su carácter afirmar las cosas de modo categórico y ese era uno de los rasgos que Agatha más admiraba de su padre. Con él era fácil hablar de cualquier tema. A pesar de que, por culpa de sus continuos viajes, la niña pasaba más tiempo al año con su madre, solía sentirse más cercana a su padre y su modo de pensar.
El señor Miller afirmaba que Agatha siempre podría hacer lo que se propusiera. Miraba con buenos ojos todas y cada una de sus inquietudes. En especial, lo relativo a sus asuntos de detectives. Gracias a él, Agatha había podido fundar Miller & Jones, su agencia de investigación. El día que la niña lanzó su propuesta, algo que hizo, por supuesto, una mañana que su padre estaba en casa, su madre no se había posicionado muy a favor. Según la señora Miller, aquella ocurrencia tan extravagante no era la más adecuada para una señorita del opulento barrio de Bayswater, aunque tampoco se sofocó demasiado. Tal vez porque no creía que la cosa fuera a mayores. Sin embargo, el señor Miller se mostró entusiasmado con la idea. Sugirió que Agatha y Morritos debían instalarse en el invernadero y que comenzaran a trabajar con ahínco, si ese era su deseo. Gracias a eso Miller & Jones había nacido, había crecido y, tras sumar más tarde a Alfred al equipo, había conseguido resolver numerosos entuertos.
Aquella mañana, por tanto, Alfred, Agatha y Morritos cruzaron el umbral del Grand Palais encantados de tomarse unas vacaciones. Los últimos casos de la agencia habían sido muy intensos y el viaje supondría un bálsamo después de tanto ajetreo. París se les presentaba como un lugar rebosante de cosas bonitas. Sobre todo para Alfred, que estaba encantado con asistir al Salón de Otoño, la mejor exposición de pintura del mundo.
Una vez dentro del pabellón, el muchacho inspeccionó cada uno de los cuadros diseminados por las paredes con la intención de retener lo máximo posible en su memoria.
—Si fuera por Alfred, nos tiraríamos aquí todo el día —murmuró Agatha a Morritos en un volumen lo bastante alto como para dejarse oír—. Creo que deberíamos prepararnos para cuando visitemos el Museo del Louvre. Será capaz de quedarse en él hasta la noche.
Alfred hizo como si la conversación no fuera con él. Morritos, en cambio, resopló dándole la razón a su socia. Ignoraba si a los perros se les permitía entrar en el museo, pero tal vez ahorrarse aquella visita fuera una bendición en lugar de un fastidio.
Tras entregar sus abrigos en la consigna, el señor Miller se aproximó a ellos y señaló al otro extremo del Grand Palais.
—Vayamos hacia la sala 7. He quedado allí con alguien. Además, quiero ver los cuadros de esa zona. Son lo más moderno de la exposición.
Al oír aquello, Alfred se incorporó frente a la pintura que estaba observando y, sin mediar palabra, echó a andar tras el señor Miller. Agatha y Morritos se miraron con complicidad y se sumaron al grupo. Era muy gracioso ver a Alfred comportarse de un modo tan obediente.
Una vez en la sala 7, Agatha y Morritos comprendieron a qué se refería el señor Miller. Lo que la estancia ofrecía no tenía nada que ver con los cuadros que habitualmente decoraban las mansiones de Londres. La sala poseía una paleta de colores que anonadaba a cualquier visitante. Era cierto que Agatha había visto alguna pintura poco habitual en el almacén de su padre, pero nada comparado con aquello. Alfred, por su parte, admiraba embelesado cada una de las obras de la sala. Aquella explosión de ideas era tan distinta, que no sabía por dónde empezar.
—Es impresionante, ¿verdad que sí? — susurró el señor Miller al oído del chico—. Sabía que te gustaría.
Alfred intentó articular una respuesta. Estaba deslumbrado por una de las pinturas, que mostraba la torre Eiffel de un modo totalmente desordenado, como si estuviera descompuesta en pedacitos. A pesar de que Alfred aún no había podido visitar el famoso monumento, supo reconocer la torre nada más ver el cuadro. Jamás se le habría ocurrido un modo tan original de representarla. Sin duda, aquel modo de pintar era excepcional.
Iba a comentárselo al señor Miller, pero se dio cuenta de que se había movido de su sitio. El padre de Agatha se hallaba en el otro extremo de la sala y en aquellos momentos charlaba amistosamente con otro hombre. Agatha y Morritos, que también se habían quedado impactadas al ver la torre Eiffel desordenada, se aproximaron a Alfred, y los tres aguardaron a que el señor Miller regresara.
—Os presento al marqués de Valfierno —dijo este al llegar hacia ellos e introducir al recién llegado en el grupo—. Es un viejo conocido y mi enlace en París. Puede presumir de ser el mejor ojeador de obras de arte de la ciudad.
Agatha llevaba oyendo el nombre de Valfierno toda la vida. Desde que era bien pequeña, aquel marqués había sido mencionado en su casa cada vez que su padre viajaba a la capital francesa. Así que se alegró, al fin, de ponerle cara.
Morritos también observó con interés al nuevo individuo. Lucía una barba muy bien perfilada que dejaba ver su tez morena. Tenía aspecto de haber dado muchos paseos por la playa, pues era difícil que el sol parisino hubiera causado aquel tono de piel.
—Es un placer conoceros —dijo el marqués con un marcado acento.
Alfred, a quien tampoco se le había escapado el bronceado del desconocido, pensó que aquel modo de hablar era de lo más seductor. Se trataba de una mezcla extraña. Y no era francesa. Su curiosidad era tal, que el chico no vio nada de malo en indagar su origen.
—Usted no es de por aquí, ¿verdad?
Al oír aquello, el señor Miller y el marqués de Valfierno se deshicieron en carcajadas. Las risas duraron tanto tiempo que Alfred se planteó si habría dicho alguna tontería. No obstante, Valfierno le sacó de dudas de inmediato.

—En efecto, mi lugar de nacimiento no es París, sino Argentina —aclaró el hombre—. Supongo que mi modo de hablar es una mezcla entre muchos acentos. Aunque he de advertirle, señor Alfred, que la mayoría de los parisinos dedicados al arte nacieron en otros lugares. Es una ciudad que acoge a todo el mundo. Da igual la procedencia. Por eso estoy tan enamorado de ella.
No había duda de que el señor Valfierno tenía alma de artista. Se notaba que su carácter era muy apasionado. Agatha pensó cuán afortunado se sentiría con su oficio, un trabajo que le permitía estar continuamente rodeado de gente muy creativa.
—Hablando de artistas extranjeros —intervino el señor Miller dirigiéndose a Valfierno—, no veo ningún cuadro de aquel pintor que me mencionaste. Ese que era español. No hay nada suyo en la exposición.
—Ah, te refieres a Picasso —respondió el marqués—. Sí, ha habido cierta controversia y este año no estará en el Salón.
—¿Ah, no? —preguntó el señor Miller con extrañeza.
Valfierno miró alrededor con aire misterioso. Parecía que estuviera a punto de revelar algo impor tante a su socio. Alfred, Agatha y Morritos pegaron el oído para escuchar el chisme; aunque los tres intentaron que no se les notara demasiado.
—Todo es por culpa de esas ideas tan revolucionarias que tiene sobre el arte —aclaró el marqués en voz baja—. Pablo Picasso tiene mucho carácter. Habla demasiado y eso le está costando muchas enemistades. Aunque eso no debería cambiar tu opinión acerca de él.
—No sé, no sé. Tengo que pensarlo —el señor Miller se rascó la barbilla—. Apoyar a un artista tan polémico…
—Deberías conocerlo —insistió el marqués—. No pierdes nada por ver sus pinturas. ¿Quién sabe? Lo mismo es un buen negocio.
El señor Miller torció el gesto y Agatha entendió lo que estaría pensando. Fred Miller poseía una mente muy abierta, pero no tanto como para poner en peligro su reputación.
Agatha sabía que los negocios de su padre no iban todo lo bien que cabría desear. A pesar del gusto exquisito de Fred Miller y su buen trato con los clientes, las ventas habían bajado. Los nuevos movimientos artísticos estaban cambiándolo todo. Los pintores hacían cuadros muy distintos; arriesgados y difíciles de vender. Por eso el negocio estaba sufriendo una pequeña crisis. El señor Miller sabía que era una época de cambios y, hasta que las cosas se aclararan, prefería ser precavido.
Estaban terminando la charla cuando, de repente, una mujer alta y desgarbada hizo aparición al fondo de la sala. La estancia estaba llena de gente que entraba y salía, personas que parecían formar parte de un mismo grupo grisáceo. Sin embargo, aquella dama que acababa de plantarse en la entrada resaltaba sobre el fondo. Poseía un aura tan cálida que irradiaba algarabía.
—Oh, es Fernande Olivier… —murmuró el marqués nada más ver a la muchacha—. Creí que llegaría más tarde.
Tras echar un vistazo a su reloj, Valfierno volvió a guardarlo en el bolsillo. La mujer acababa de avistarlos y en aquel momento avanzaba hacia ellos. Los pliegues de su ropa se ondulaban a su paso. Destacaban en aquel entorno de formas rectilíneas. Al ver que nadie en el grupo caía en su identidad, el marqués decidió poner al señor Miller al corriente.
—Fernande es la novia de Pablo Picasso. Está claro que ha venido al Salón para que yo te la presente. Fue muy insistente conmigo ayer. Te lo ruego, Fred. Sé amable.
El marqués de Valfierno se giró con amabilidad hacia Fernande, abrió los brazos en actitud cariñosa y aguardó a que ella llegara a su encuentro. Al ver aquel gesto, Alfred comprobó que no se equivocaba: el marqués sabía cómo atender a la gente para que se sintiera cómoda a su lado. Algo indispensable para alguien con intenciones de comprar o vender.
Agatha también observó el cambio de registro del marqués y supo que su padre jamás haría un desprecio a la muchacha. Por mucho que mantuviera sus reservas, el señor Miller tenía grandes dosis de diplomacia. Y, de hecho, las puso en práctica en cuanto Valfierno integró a Fernande en el grupo.
—Chicos, quiero presentaros a la encantadora, dulce y preciosa Fernande Olivier —Valfierno tomó la mano de Fernande y la hizo girar sobre sí misma—. Date la vuelta, querida. Vas hecha una belleza. Deja que te admiremos.
—Señor marqués… —respondió la muchacha, algo ruborizada al mostrar su envoltorio—. Creo que no es necesario tanto halago.
—Fernande trabaja como modelo de artistas —explicó Valfierno una vez que acabó con las presentaciones—. Aparece en muchos de los cuadros de los jóvenes pintores de Montmartre.
—¿Montmartre? —preguntó Alfred.
—Es la colina de los pintores —le aclaró Agatha—. Uno de los lugares más bohemios de París.
—Así es —asintió Fernande—. Si buscáis un sitio auténtico y rebosante de arte, la visita a Montmartre es obligada. Confío en que vengáis a comprobarlo.
El marqués cazó el comentario al vuelo y no dudó en tirar del hilo mientras posaba sus ojos en el señor Miller.
—Precisamente le estaba diciendo a Fred que debería reservar un hueco para visitar a Pablo. No debe perdérselo. Su obra es espectacular.
Las pupilas de Fernande brillaron.
—¿De veras? —tras su pregunta, la muchacha posó su mano sobre el antebrazo del hombre—. Nada me haría más feliz que viniera a admirar el trabajo de Pablo, señor Miller. Se lo agradezco mucho. Picasso es un gran artista.
Fernande se mostraba tan entusiasmada que contagiaba su emoción a todo el grupo. Agatha dedujo que su padre sería incapaz de negarse a tal explosión de sentimientos. Y, de hecho, tal y como cualquiera habría deducido, el señor Miller fijó una cita para el día siguiente.
—Va ser un honor recibiros —exclamó Fernande tras cerrar la visita—. ¡Oh, qué emocionante! ¡Fred Miller en nuestro estudio! Pablo va a ponerse muy contento.
Alfred pensó que la alegría de Fernande era algo fuera de lo común. Y le resultaba curioso que detrás de ella estuvieran esos cuadros de formas raras. Tal vez sí había algo en aquel fondo que casaba con la muchacha, y puede que fueran esas pinturas. La algarabía de Fernande parecía hacer juego con la sala; unas paredes decoradas con motivos extraordinarios.